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sábado, 26 de septiembre de 2015

Por si no te veo mañana


Puede ser que pensar las cosas una y otra vez lleve al ser humano a actuar como es debido, como es “éticamente correcto”, teniendo en cuenta las consecuencias y las posibles repercusiones que pueda tener una determinada acción. De hecho, esa sigue siendo la causa principal que nos diferencia de los animales, precisamente porque el ser humano es el único animal que es consciente de que posee consciencia. En otras palabras, es un ser racional.
Sin embargo, para esta entrada me gustaría dejar atrás toda esa racionalidad, que sí, es muy bonita pero no explica esa infinidad de cosas que giran alrededor de las acciones humanas.
 Recuerdo una clase de psicología en la que nos intentaron explicar los sentimientos de manera biológica, siguiendo la ecuación de A + B = AMOR. Todo tiene su correlato biológico y neuronal, obviamente nuestro cuerpo funciona, no deja de experimentar el cambio pero no es solo eso, mejor dicho, eso probablemente sea la consecuencia de un montón de factores que nos andan acechando sin que seamos conscientes de ellos.  De tal manera que a mí, particularmente, me gustaría dejar atrás las matemáticas.
Pido perdón de antemano a aquellas mentes cuadriculadas que necesitan legislar matemáticamente absolutamente todo para no perder el control.

«En general, no hablaré de deber. Este lenguaje es a propósito para dirigirse a niños o a pueblos que se hallan aún en la infancia, pero no a hombres que se han asimilado todas las luces de un siglo llegado a la mayor edad. ¿No es una contradicción palpable decir que la voluntad es libre, y prescribirle, sin embargo, leyes, con arreglo a las cuales debe querer?
Arthur Schopenhauer



Numerosos intentos han tratado de luchar contra ese imperativo Kantiano que tanto en exceso como en defecto contaminan las acciones humanas. Así pues, podríamos entrar en la pedregosa carretera de lo que es bueno, malo, necesario, conveniente, aceptado, valorado, juzgado y un montón de palabras feroces que interrumpen el impulso del “querer”.
Pero no todo, afortunadamente, juega bajo el mando de esas palabras dictatoriales. A veces, de manera tímida, el querer sobresale de un impulso propulsado con carga de artillería y sorprende a la propia matemática sentimentaloide que creía haberse mantenido firme todo este tiempo. Ahora bien, hemos dado un nuevo paso en la jerarquía de acciones, ya no es algo abstracto, es algo tangible. ¿Un beso quizás? 
El deber sigue escondido, temeroso de ser arrestado nuevamente, dile que salga, por si no le veo mañana. 

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