Puede ser que pensar las cosas
una y otra vez lleve al ser humano a actuar como es debido, como es “éticamente
correcto”, teniendo en cuenta las consecuencias y las posibles repercusiones
que pueda tener una determinada acción. De hecho, esa sigue siendo la causa
principal que nos diferencia de los animales, precisamente porque el ser humano
es el único animal que es consciente de que posee consciencia. En otras
palabras, es un ser racional.
Sin embargo, para esta entrada me
gustaría dejar atrás toda esa racionalidad, que sí, es muy bonita pero no
explica esa infinidad de cosas que giran alrededor de las acciones humanas.
Recuerdo una clase de psicología en la que nos
intentaron explicar los sentimientos de manera biológica, siguiendo la ecuación
de A + B = AMOR. Todo tiene su correlato biológico y neuronal, obviamente
nuestro cuerpo funciona, no deja de experimentar el cambio pero no es solo eso,
mejor dicho, eso probablemente sea la consecuencia de un montón de factores que
nos andan acechando sin que seamos conscientes de ellos. De tal manera que a mí, particularmente, me
gustaría dejar atrás las matemáticas.
Pido perdón de antemano a
aquellas mentes cuadriculadas que necesitan legislar matemáticamente
absolutamente todo para no perder el control.
«En general, no hablaré de deber. Este lenguaje es a propósito para
dirigirse a niños o a pueblos que se hallan aún en la infancia, pero no a
hombres que se han asimilado todas las luces de un siglo llegado a la mayor
edad. ¿No es una contradicción palpable decir que la voluntad es libre, y
prescribirle, sin embargo, leyes, con arreglo a las cuales debe querer?
Arthur Schopenhauer