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sábado, 24 de octubre de 2015

Al estudiante de medicina


He conocido a muchos estudiantes de medicina, a muchos, creedme. Un perfil muy peculiar, digno de admirar, digno de odiar. Como ya sabéis, admiro las contradicciones al igual que la palabra “paradójico”. Al menos eso me comentan los pocos lectores que tienen conocimiento de este blog. Gente fantástica, gente admirable, gente peculiar, como el estudiante de medicina.

Los tiempos han cambiado, vamos que si han cambiado, al menos eso decía mi abuela con su cinta de video escacharrada, a la cual admiraba con locura por haber sido comprada en la “tele tienda”. En fin, los tiempos han cambiado. El nuevo estudiante es un número, un 14, una angustia vital que de manera lógica lucha y vive por y para su número, su querido catorce. No le queda otra, el estudiante de medicina es, un número catorce.

Desde pequeño, sea la causa que sea, en su mayoría un perfeccionismo extremo que siempre le hace estar en la cima académica, le hace plantearse estudiar medicina. Este niño vale, ¿Cómo iba a estudiar otra cosa? Es un niño catorce. Y así empieza la lucha por llegar, una lucha en la que muchos de ellos nunca llegan a encontrar la etiología de su finalidad.



No me gusta generalizar, precisamente al estudiante de medicina se le enseña que no existen enfermedades sino enfermos, aunque la enfermedad del enfermo de medicina sea bastante similar en cada uno de sus sujetos. Como no me gusta generalizar, habría que mencionar la vocación, una vocación innata que uno entre diez desarrollan a lo largo de su infancia, que al igual que los efectos adversos del omeoprazol, uno de cada diez desarrollan en su niñez.

Otros pocos se lo plantean cuando sus neuronas y sus hormonas han decidido centrarse definitivamente, aunque definitivo nunca hay nada, llamémoslo así, definitivamente. Otros, la gran mayoría desafortunada, deciden hacer medicina después de ver que realmente son capaces, que realmente son un catorce y que, ¿cómo iban a estudiar otra cosa?
Afortunadamente la carrera hace un gran cribado entre estas estadísticas y rescata de la bolsa de la incapacidad de decisión a muchos, muchísimos estudiantes que descubren que verdaderamente esa era su vocación. Y así, definitivamente comienza la carrera hacia la vida.

En la carrera encuentras de todo. El nombre de carrera se le adecúa a la perfección. Carrera por la competición no por lo académico, ¿qué os pensabais?.
En cuanto a los estudiantes, a los que va dirigida esta entrada, la competición es larga, tanto, que la adaptan a su vida hasta el punto en el que se consideran a sí mismos “no competitivos”, hasta que dejan de ver una realidad en la que derrotar al adversario es siempre necesario para sobrevivir. Pocos, como dije, incumplen esta normativa. Esos pocos a los cuales admiro considerablemente simplemente se limitan a sobrevivir.  

Me ha sorprendido conocer a muchos estudiantes de medicina, para bien y para mal. Siempre dije que hay dos tipos de personas, regla tácita que se cumple cada vez más en esta competición hostil. Los niños catorce no pueden dejar de ser catorce, no pueden dejar de ser UN catorce, solo uno, y por mucho que no quieran, la propia carrera les fuerza a ser el mejor, a llegar a la cima académica como he comentado.

Un momento, para, frena, hablamos de MEDICINA. Si no fuera porque viene en el titulo creo que no me hubiera percatado de que estamos hablando de salud. Salud humana, personificada, individual e independiente de cada persona. ¿En qué momento hemos perdido esa esencia?

El hecho es que existen dos tipos de persona, dos tipos de estudiantes como ya he dicho repetidamente, el lector de libros, de puntos y comas, de gráficas, de tablas. El que se sabe a la perfección los ángulos que forman las articulaciones costovertebrales, algo siempre relevante.  Por otro lado, el estudiante inteligente, a mi juicio el que merece el mayor reconocimiento aunque sus notas sean bajas, raspadas o normales. Con normales hablo de notable, un siete, la mitad de catorce, muchos dirían que está bien pero en medicina es más mediocre que otra cosa.

 El estudiante inteligente, sí, no habéis entendido mal, el de los sietes mediocres, es un estudiante con ojo clínico. No es estudiante, es médico sin saberlo. Su mirada supera las líneas del Harrison y levanta la vista para ver a su paciente, a la PERSONA que, nerviosa, distante, impaciente, aterrada mira al médico esperando un diagnóstico certero. Un diagnostico que no aparece en el capítulo del Harrison. Aun no existe el capítulo Maria Magdalena López García.
Maria Magdalena Lopez Garcia se puede marchar de dos maneras de la consulta. Como dije, hay dos tipos de persona. María Magdalena se marcha un día triste, desesperada, incomprendida y un tanto cabreada con el sistema sanitario de su país. Su médico no levantó la mirada del ordenador, María tenía vaginitis, cómo iba María a explicarle eso a un ente, a un catorce que miraba orgulloso las líneas de su historia clínica.
Sin embargo, otro día, Maria se marcha orgullosa, satisfecha, identificada con su médico. Éste mira, atiende, escucha activamente. 
Era un estudiante de sietes.  Un estudiante mediocre.


viernes, 23 de octubre de 2015

Te miro mientras duermes



Eres un muro, un cimiento, una gran roca. Nadie puede acceder a ti y nunca dejarás que lo hagan, o eso pretendes. Das la mano a saludar, la distancia ante todo, la educación por encima de cualquier cosa. Seriedad, valentía, firmeza. Mucho que demostrar, mucho que imponer. Creas liderazgo, creas seguimiento, creas respeto, odio, confusión  y a veces incluso miedo. 


Tu físico acompaña a tu carácter, grande de pies y manos, grande de estatura, grande de mente y grande de corazón… ups, siento de verdad haberlo dicho tan pronto… continuemos con la descripción de mi gran amigo muro.

Mi gran amigo muro no habla por el móvil, no entiende muy bien qué es el WhatsApp, es un señor hecho y derecho metido en un cuerpo de 20, pero es mi señor hecho y derecho.

Se despide diciendo cosas como: “un saludo”, “que te vaya bien”, “mantenemos el contacto”. Frases muy cordiales y muy lógicas siempre y cuando no se digan después de hacer el amor. Mi amigo el muro no quiere enamorarse, enamorarse es de débiles. Mi amigo el muro nunca besa después de hacer el amor. Nonono, jajaja qué digo, después de follar, porque él no sabe lo que es hacer el amor, pues es una palabra que le da demasiado miedo como para probarla. Mi gran amigo muro no quiere querer ni ser querido, ha sufrido demasiado como para dejarse querer. Mi gran amigo muro es independiente, es autosuficiente y no necesita ayuda alguna, no necesita persona alguna, salvo su cigarro Malboro, que sostiene rígidamente entre su anular y su corazón después de haber prensado cuidadosamente el tabaco del interior.

Mi gran amigo muro mantiene relaciones superficiales, abuelos, abuelas, madres, padres, obreros, niños, novios, exnovios... todo el mundo le quiere. Todo el mundo cree conocerle sin saber quién es. Todo es una trama cuidadosamente formada desde el 1 de febrero de 1995. Todo el mundo sabe que le pasa, ¿cómo no lo van a saber? Le conocen, o eso cree. Repito, le conocen sin saber quién es. A mi gran amigo muro no le conoce ni él.

Las puertas de mi gran muro, quiero decir de mi gran amigo, se han abierto por un momento. Se han abierto poco a poco, de repente, un 14 de agosto cayó su muro de Berlín, que empezó al experimentar el flujo continuo de sus dos facetas: La interna, a la que ni él conoce, y la superficial, Esa a la que todo el mundo admira, incomoda u odia.

Mi gran amigo muro, perdón, ese que ya no es tan muro, es un doble de mi gran amiga, muro también. Quizás sea ese el motivo por el que se lleven tan bien. Del mismo material ambos muros se han ido a juntar, mejor, se han ido a abrir. Ahora no hay dos flujos revoloteando sino 4. Todo es demasiado complicado como para filosofar acerca de ello, o mejor dicho de ellos.

Ahora el que no era constante pareció serlo cada vez más, el rígido disfruta de estar tumbado, piel con piel, caricia con caricia. El que no expresaba sus sentimientos es capaz de disfrutar, de estar a gusto y lo mejor, de tener silencios cómodos. Quién los comprara… esos silencios por los que lucharía una y otra vez. Esos desnudos silencios en los que una mirada resume en un segundo por qué quiere mantener ese silencio.

Ahora mi gran amigo suelta, de vez en cuando, el cigarro por besarla. y es que mi amigo se muere por besarla, se muere por desnudarla, por acariciarla y por hacerla el amor hasta desgastarla. Ah, se me olvidaba, mi amigo ya no folla, mi amigo besa después del sexo. Mi amigo disfruta, mi amigo le da la mano en señal de refuerzo. Y ella, como su doble que es, le corresponde de la misma manera.

Mi amigo el muro ha dejado de ser muro, solo con ella, solo a ella. Mi amigo el muro se ha quedado dormido mientras ella miraba las estrellas. Mi amigo el muro no sabe que la quiere más de lo que cree porque ella también le quiere a él.
Ella le mira mientras duerme.
Continuará…. Lo prometo


Gracias a ti

El objetivo de esta tarde perdida era finalizar escribiendo tres entradas. La más reciente y la que más acontece ahora mismo después de dar por finalizado este día perdido es la que escribo a continuación, dedicada a mi compañera de viaje a la que muchos empezáis a conocer.

El tirulo de mi entrada, Gracias a ti, del que se excluye la introducción:

Disfruto de mi carrera, disfruto de mis amigos, disfruto de mi familia, disfruto del sexo, sí, disfruto mucho del sexo. Disfruto de mi ocio, de mi tiempo, de mi ciudad, de lo que me rodea, de lo que tengo y de lo que deseo tener. Disfruto de todo aquello de lo que puede disfrutar cualquier persona si se lo propone. Disfruto cuando me dejas disfrutar.

Gracias a ti doy mi día por perdido. Gracias a ti pienso en lo que podría haber disfrutado y no en lo que he disfrutado porque lo cierto es que no he podido hacerlo. Gracias a ti el tiempo pasa demasiado rápido como para pararme a pensar por qué debería pasar más lento, mejor dicho, por qué debería parar.

jueves, 8 de octubre de 2015

Hoy te habla ELLA

HOY TE HABLA ELLA


Tiene una voz estridente, paradójicamente amable pero agresiva. No se anda con tonterías, no distingue las distintas armonías. Ahora mismo ni piensa lo que escribe, ni piensa lo que dice, ni piensa lo que hace. Tan solo procura no caerse entre las vertiginosas curvas que atraviesa en su carrera de velocidad, esperando encontrar la meta en lo que algunos llaman “tranquilidad”. Aún no se conocen, pero cada día ansía más poder llegar.

jueves, 1 de octubre de 2015

Nunca he sido muy afín a la religión

Nunca he sido muy afín a la religión. Mucho menos al proceso mental que esta conlleva, pues es la madre del sentimiento de culpa con el que, de manera innata, nace con la sociedad occidental, que año tras año vive con una mochila judeocristiana a sus espaldas. 
Un marco “sociopoliticopsicocultural “que tantos filósofos han avalado, que tantos filósofos han criticado.

Nunca he sido muy afín a la religión. A día de hoy, 365 días después de que fallecieras, sigo sin serlo.


Nunca he sido muy afín a la religión. Sin embargo, la vida es lo suficientemente complicada como para querer complicarla más y crear una versión dicotómica de la misma. 
El ser humano necesita transcender, y lo que es más importante, el cerebro necesita creer, crecer, dar sentido y controlar cada pequeño detalle que intente salirse de la explicación lógica de la razón.