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sábado, 12 de septiembre de 2015

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Del cajón desastre de mi mente saqué mis sentimientos, mis pensamientos y mis emociones, las cuales no recordaba haber guardado; y escribiendo sobre una aceitosa servilleta de la cafetería “Madriz”, decidí empezar este blog que tanto y tanto andaba enredando en mi mente sin ninguna salida práctica hasta ahora.

Como decía, del cajón desastre de mi mente saqué mis sentimientos, mis pensamientos, mis emociones y todo aquello que derrumba a la metódica ciencia de un suspiro. Un suspiro de angustia, liberación, preocupación, desahogo o ilusión dependiendo de cómo giren las nubes ese día. Qué disparate... ¿qué tendrá que ver el viento de un suspiro con con las nubes? ojalá fuera así de sencillo.

¿Por dónde iba?… ah sí, la metódica ciencia, esa que  después de la envidia,  pero envidia de la mala, de la que solo busca derrotar al adversario, intenta esconder esos sentimientos, unos compañeros de viaje diarios que provocan un reencuentro con el organismo como si de un nuevo amigo se tratara. Una amistad cada día  distinta, impredecible y bastante difícil de definir, pues anda perdida en el ciclotímico laberinto de la contradicción.


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