Del cajón desastre de mi mente saqué mis sentimientos, mis
pensamientos y mis emociones, las cuales no recordaba haber guardado; y
escribiendo sobre una aceitosa servilleta de la cafetería “Madriz”, decidí
empezar este blog que tanto y tanto andaba enredando en mi mente sin ninguna
salida práctica hasta ahora.
Como decía, del cajón desastre de mi mente saqué mis
sentimientos, mis pensamientos, mis emociones y todo aquello que derrumba a la metódica
ciencia de un suspiro. Un suspiro de angustia, liberación, preocupación,
desahogo o ilusión dependiendo de cómo giren las nubes ese día. Qué disparate...
¿qué tendrá que ver el viento de un suspiro con con las nubes? ojalá fuera así
de sencillo.
¿Por dónde iba?… ah sí, la metódica ciencia, esa que después de la envidia, pero envidia de la mala, de la que solo busca
derrotar al adversario, intenta esconder esos sentimientos, unos compañeros de
viaje diarios que provocan un reencuentro con el organismo como si de un nuevo
amigo se tratara. Una amistad cada día
distinta, impredecible y bastante difícil de definir, pues anda perdida en el ciclotímico laberinto de la contradicción.
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