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viernes, 14 de abril de 2017

El trapecista


Buenas tardes a todxs, veréis... quisiera pedirles un poco de imaginación. Un poco de fantasía, de esa que protagonizaba nuestra realidad en tiempos prematuros:

Se habla  de un paisaje, un cañón, un accidente geográfico  excavado por un caudaloso río a lo largo del tiempo, que deja consigo una profunda hendidura con paredes verticales. Vertiginosos relieves y una clara separación entre las dos superficies rocosas: una marca el norte mientras la opuesta, separada por el río, marca el sur.

Una fina cuerda aún mantiene unidas dichas superficies, de dicha cuerda cuelga un trapecio y de dicho trapecio se balancea un trapecista. Una mente indecisa que debate hacia qué lado saltar.




Un trapecista se columpia en el cañón de la incertidumbre. Su cuerpo se ha acomodado al vaivén del movimiento. De un lado a otro, ida y vuelta, vuelta e ida, un vaivén constante...
Él espera encontrar la decisión más acertada pero lo cierto es que ya no recuerda el momento en el que  empezó a columpiarse.  Se debate entre la normativa, fija, cómoda y aparentemente estable y la novedad sentimental, de la emoción y de lo incontrolable por la razón.

El sol sale cada mañana por el este, a su derecha, perpendicular a la trayectoria de su movimiento. El sol, cada mañana, ilumina su hemisferio cerebral derecho; dícese de aquel responsable de la información creativa, emotiva, colorida quizás y estrepitosamente abstracta.

Por las mañanas, suele elegir la vertiente norte del cañón. Se convence a sí mismo de arriesgar lo establecido para saltar a aquel terreno que aún no conoce y teme conocer: sensaciones de valentía y decisión empujan su trapecio pidiendo a gritos terminar el mortal en aquel relieve. Un relieve que había conseguido rozar anteriormente en escasas ocasiones, pero que le había dado una ligera impresión de cómo sería su vida sin pensar en el cuadrilátero ideológico que le encerraba hasta aquel momento.  Aquellas horas fueron bastante inspiradoras.

En la actualidad es medio día, el sol ha alcanzado su culmen y comienza su retirada, iluminando con su trayectoria el hemisferio cerebral izquierdo de nuestro trapecista. El hemisferio de la lógica y la razón. Hemisferio elegido por Descartes, anteriormente por Platón y otros descendientes socráticos, actualmente elegido por los que denominamos "matemáticos". Seducidos por la geometría, la perfección y la NORMA.

En este momento, las emociones irracionales, al igual que el sol ya han quedado en el olvido, mientras la certidumbre y la lógica gobiernan su mente. Le acercan cada vez más al lado opuesto del cañón:
La zona sur, geométricamente perfecta y lógicamente compuesta. En esta ciudad predomina la sobriedad y la seguridad. La certeza de que todo saldrá bien, si y solo sí la ecuación se cumple tal y como dicta la razón.  Él sabe que en esta vertiente nada puede salir mal pues todo está prescrito. Puede olvidarse de cualquier distracción o inestabilidad pues la ciencia nunca se equivoca… ¿o quizás sí?

Han pasado varias horas, la noche ilumina paradójicamente el cañón. El trapecista duerme, sin columpiarse, sin debatirse. De pronto, se escucha una canción, parece provenir de la cara norte del cañón:


“Ahora que he aprendido a desaprender las reglas y que todo temporal nos regala una enseñanza…” Ahora que te encuentro, Ismael Serrano.


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