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domingo, 13 de septiembre de 2015

Manifestación a mano armada


Las manifestaciones: un brote de esperanza, de hacerse notar, de fusionarse por un bien común. El hombre no es hombre si no es entre hombres decía Aristóteles. El hombre no es hombre si no se siente un ser social, si no se siente un ser libre.  Así pues batallones de mentes unidas por una causa luchan con el objetivo de hacerse notar, de vencer a la impotencia de ver cómo el mundo va pasando de manera egoísta sin contar con ellos, esclavo de cuatro poderosos que creen que su monedero es la correa de una mascota llamada tierra.

Al igual que la injusticia mueve a las grandes masas a luchar por un bien común, por una ilusión de cambio y de conseguir un mundo mejor, la ansiedad también toma el papel del pueblo insatisfecho con las leyes que le llegan desde arriba, desde un contexto que le es imposible manejar.

Únicamente un suboficial militar llamado “yo racional” o “yo pensante” es capaz de controlar a nuestra querida amiga y evitar una respuesta desmedida hacia el rango más alto, que al fin y al cabo es aquel contexto del que os hablo. Me refiero al máximo oficial que arremete con los manifestantes que intentan avanzar cada vez más rápido hacia este general llamado “contexto” o como queráis llamarlo, para evitar que se salga con la suya, un contexto abstracto al que muchos llaman inevitable destino.

¿Y quiénes son esos manifestantes? Con sus máscaras, escondiendo su identidad, temerosos de ser penalizados gravemente y no poder continuar con su cometido. Pues bien, represiones, frustraciones, que en este tipo de contexto se convierten en agresividad, gritando sin parar: - “que  viva la lucha de la clase obrera”...

Y aquí estoy una noche más intentando llegar con un acuerdo con los manifestantes que momentáneamente bajan la guardia hasta nuevo aviso.


Hasta mañana 

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