Me parece curioso como en el día de hoy las casualidades han
decidido montarse en el tiovivo para girar en torno a la misma materia, sacando
a la luz todos aquellos temas que pasean alrededor de mi amígdala desde hace un
tiempo.
Escuchando una charla en un congreso médico, una psiquiatra
militar hablaba de la “retraumatización”:
un concepto que gira en torno al cómo entran en juego las vivencias
personales anteriores, la personalidad y la vulnerabilidad emocional de cada
sujeto a la hora de afrontar un trauma.
Una charla muy enriquecedora que me hizo recordar que hace
un tiempo me adueñé de una fase que a mi parecer es una de las pocas verdades
absolutas, por no decir la única pues no creo mucho en los absolutismos: “lo único irreversible en este mundo es el
conocimiento” (a lo que podríamos añadirle la muerte pero a decir verdad,
no quedaría tan bonito).
Una vez más las casualidades seguían girando en mi
tiovivo; La comparación, dado el motivo de la charla, aunque impactante, es
bastante ilustrativa, pues habla de aquellos pacientes que han experimentado un
gran trauma en catástrofes sociales como puede ser el 11-M o el atentado de las
torres gemelas. Estos pacientes, son capaces de re-experimentar una y otra vez
el proceso traumático que vivió con la llegada de nuevas situaciones
complicadas que no tienen por qué tener relación con el proceso traumático en
concreto.
En otras palabras, un nuevo
trauma, por leve que sea hace florecer aquellos anteriores que quedaron en el
pasado y que ilusoriamente, de manera parcial habían conseguido entrar en el
cajón del armario que siempre queda entreabierto: el de la superación.
De la misma manera que un olor,
un sabor o cualquier otro estimulo provocan la vivencia real de aquel momento traumático,
el encuentro de frente con la causa de un problema hace que todos aquellos
calcetines que estaban incomodos en el cajón de la superación se desplomen a
modo de estampida sobre la alfombra de la apariencia externa que pretendemos dar.
“me temblaron las piernas” “el corazón se me salía del pecho” “el
estómago me quiere comer”
Son comentarios típicos de personas que como tú y como yo,
experimentan ese enfrentamiento que les hace volver al paradigma traumático que
creían haber olvidado.
Y tras esto, dos opciones, pienso; recoger los calcetines
uno a uno y guardarlos de nuevo o echar a correr y comprar otro armario… - sí,
no, voy, no voy, me arriesgo, desaparezco- otra nueva indecisión que decide
montarse en el tiovivo, que aunque no lo creáis, no ha dejado de girar.
Finalmente, después de la grandiosa charla, aprendimos a
desvincular el estímulo del recuerdo del trauma, al fin y al cabo, para
desvincular el dolor del olor, solo hay que desprenderse de la “D”.
Después de acabar mareada en aquel tiovivo conseguí decir
HOLA y cerrar un poco el cajón de los calcetines.
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